Sábado en la Warner - la versión de papá
Bueno,
ahora que habéis leído la versión de la mamá del guindilla os voy a contar como viví
yo ese día, ya que aunque parezca mentira pasamos poco tiempo juntos, porque nos
turnábamos mamás y papás para hacer las colas, y por eso algunas cosas las sufrimos de forma diferente.
Yo
cuando entré en el parque iba con la idea fija de ver la zona de superhéroes,
pero las mamás nos llevaron directamente a la zona infantil. Menos mal que al final pudimos
visitarla.
Lo
primero de todo es que fuimos en plan superviviente y decidimos no coger ningún
plano, confiando en nuestro natural sentido de la orientación y la improvisación. El primer sitio al que
entramos fue la casa del Pato Lucas, que parecía vacía por fuera y por dentro ocultaba una cola
interminable, para al final hacerse una foto con alguien disfrazado de Lucas, pagando,
claro. ¿Qué hicimos? Escaparnos por la primera salida de emergencia que
encontramos.
Tras
pasar por varias atracciones nos fijamos en que casi todas tenían una
entrada especial, algo así como un pase rápido, así es que en un momento de
desesperación las mamás nos enviaron a comprar esos pases para que los
niños pudiesen montar en más cosas.
Mi
amigo y yo teníamos una misión, encontrar donde comprar esos pases, pero nuestro sentido de la orientación nos jugó una mala pasada, y como íbamos sin plano, acabamos dando la vuelta entera
al parque (zona de superheroes incluida).
Al regresar a la casilla de salida vimos una tienda y entramos a
preguntar (sí, renunciamos a nuestro orgullo después de pasar dos veces por el mismo punto). Para variar era un poco timo, pagabas 7 euros y tenías derecho a
pase rápido para 4 personas en una atracción, inmediatamente decidimos
desechar la idea, pero nos quedaba la tarea más difícil, convencer a las madres
de que no era tan bueno como lo pintaban.
Mientras tanto las mamás y las fieras estaban en la cola de la atracción de Scooby Doo. Entonces recibí una llamada de la mamá de guindilla diciéndome que llevaban una
hora dentro, y que preguntásemos a la gente que salía si merecía la pena seguir esperando, o si aprovechaban para escapar por una salida de emergencia que se encontraba próxima. Os seré sincero, todo el mundo comentaba lo mismo. Los adultos: “una hora y media para 2 minutos de
atracción, vaya mierda engaño”. Los niños: “mi pistola estaba rota y no disparaba”.
Yo llamé a la mamá de guindilla y le solté: “no
tiene mala pinta, la gente parece salir contenta”. Me daba pena
decirle la verdad. Ya la descubriría por si misma, para que arruinarle la
sorpresa.
Sin
duda mi momento estrella fue cuando me engañaron para subir con los niños a la atracción de
agua del oso Yogui. Al subir a la barca y ver los asientos empapados
me preocupé, y pensé que quizás no había sido tan buena idea, y que aquello mojaba más de lo que parecía a simple vista. Nada mas arrancar nos regaron como en un túnel de lavado de coches. Nos cayó
agua por todos lados, incluyendo las barcas de otros niños que nos disparaban con pistolas de agua. (Casualmente mi pistola no funcionaba). Tras unos minutos que me parecieron horas finalizó el tormento. Al bajarnos escurrimos lo mejor que pudimos la ropa, momento que aprovecharon unos niños que iban en
otra barca para volver a mojarnos.
Del
tema de las máquinas secadoras no contaré mucho más, solo diré que no valen para
nada, y menos si te metes con tres niños y dos madres sujetando
zapatillas y calcetines en alto.
Cuando
por fin fuimos a ver la zona de superhéroes encontramos una
tienda en la que vendían
chubasqueros (carísimos), esos en los que tanto pensé durante los minutos interminables de agua sin fin que acababa de vivir. Además la señora de la tienda,
ante nuestro inconfundible aspecto, nos confesó que la atracción del oso Yogui era la que más mojaba de todo el
parque. A buenas horas.
Al
acabar el día todos nos reímos de lo vivido, pero para mi el mejor momento fue cuando llegué a casa y me pude cambiar de ropa, y volver a sentir que la sangre circulaba por mis extremidades inferiores.
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