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martes, 2 de abril de 2013

A soplar las velas

Hoy ha sido mi cumpleaños.
Sí, las malas madres también tenemos el defecto de hacernos viejas como el resto del mundo. Pero como todo en esta vida, tiene un contrapunto, y es estar rodeada de gente estupenda que te quiere y te acompaña, y contribuye a que un día cualquiera se convierta en un día especial.

Desde que soy madre "mi cumpleaños" es menos mío que antes. 
Ahora las velas las soplan por mi, y pobre de mi si pretendo impedirlo. Por supuesto las velas se soplan cuatro y cinco veces consecutivas, y mis regalos se abren a la velocidad del rayo sin mi contribución, con los comentarios de mi hijo sobre los mismos - mami un reloj, pufff, mami una camiseta, puff, mami ¿y a ti por que no te regalan super héroes? -

El día comenzó con la serenata telefónica de mi querubín. 
Como al marcharme a trabajar él seguía durmiendo, su felicitación llegó una hora más tarde.
- "Mami te voy a cantar el cumpleaños feliz y en otro idioma". 
A continuación empezó su mini concierto. Primero la canción tradicional, a continuación pasó "al otro idioma" que resultó ser inglés durante la primera estrofa, seguido de un "lailo, lailo, lere, lere". Es lo que tienen los coles públicos no bilingües y los abuelos que escuchan Radiolé, provocan mucha confusión en las mentes jóvenes e inmaduras.

Tras comprobar que seguimos sin hacer progresos en lo musical, decidí bajar a desayunar con mis amigas de la oficina. 


Aquí hago un paréntesis y aprovecho para presumir de amigas, que se han vuelto locas y me han hecho un montón de regalazos. Uno de ellos la tarta que veis, obra y gracia de Camino ¡¡una artista!!

Una vez en casa, y tras el susto de ver correr a mi hijo por la cocina con la tarta  entre sus brazos en precario equilibrio gritando "quiero comer tarta, tengo hambre", hemos merendado en familia. 

Lo mejor, tener a los abuelos y al padre de la criatura entreteniendo a la fiera para que yo pudiese explayarme con el teléfono, ese oscuro objeto de deseo, que no ha parado de sonar.
Lo peor, mi hijo recitando durante diez minutos "ahora no Fernando, ahora no Fernando...", argumento del famoso libro que dio origen a este blog (ver primera entrada).

Gracias a tod@s por acompañarme hoy, en persona, telefónicamente u on-line porque habéis convertido un día cualquiera en algo memorable. 


domingo, 31 de marzo de 2013

LA GRAN GALLETA

Una de mis grandes virtudes es mi fe ciega en mis amigas. Lo que ellas me dicen va a misa y me lo creo a pies juntillas.
Si una amiga me dice que tiene un plan divertido y sencillo para entretener a las fieras estas tardes lluviosas, yo me lo creo. 
¿Por qué me va a engañar mi amiga? Una receta sencilla para preparar galletas con niños ¿a que suena estupendo?
Sí, a mí también me sonó muy bien.
Aquí entra en acción otra de “esas cualidades” que debe tener una buena madre y que no tenemos las peores madres. Se trata de la capacidad para cocinar, y más concretamente la sobrevalorada capacidad para la repostería.
Después de acompañar a mi amiga a comprar los moldes con forma de estrella para nuestras galletas, y  los condimentos necesarios para decorarlas, repasé con atención la lista de ingredientes. Qué satisfacción comprobar que tenía todos los ingredientes en casa, esto empezaba bien.
Cuando llegué a casa le expliqué el plan a mi hijo, que estaba entusiasmado y era todo colaboración. Rápidamente nos pusimos manos a la obra y lo mezclamos todo siguiendo la receta.
La primera dificultad surgió cuando descubrimos con horror que nuestras galletas no conseguían tener forma de estrella. El molde que había comprado no ponía límites a nuestra creación, que perdía sus formas hasta convertirse en estrellas desdibujadas.
Pero lo peor estaba por llegar. Introdujimos la bandeja en el horno, para comprobar con estupor cinco minutos después que algún tipo de fusión nuclear había tenido lugar.  

Nuestras nueve galletas habían mutado en una gigaaaante, del tamaño de la bandeja, y para nada parecida a una estrella.

¿Qué era aquel horror?

Yo os lo diré. Aquello era la constatación de que la cocina y yo somos incompatibles.


Intentamos mejorarlo con los potingues que habíamos comprado con fines decorativos. 

Nuestra consigna para esa tarde era divertirnos, y lo conseguimos.

Ah, lo más sorprendente de todo, la gran galleta era comestible, y no estaba nada mal.





No obstantes, si queréis comer cosas ricas de verdad, en sitios con encanto, lo mejor es que os paséis por gastronomiayunapizca.blogspot.com.es y sigáis las sugerencias de mi amiga Magdalena. 
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