Pero sin lugar a dudas la información más valiosa que me han filtrado esta semana ha sido que venían los Cantajuegos al barrio y gratis. Sí, yo tampoco me lo creía cuando me lo contó por WhatsApp mi chico.
Os pongo en situación. Ya sabéis mi teoría de que lo malo hay que repartírselo al 50%, por eso yo recojo del cole al niño dos días en semana, su padre otros dos y los abuelos el que falta. Luego cada cual se organiza la tarde a su gusto.
Pues yo estaba ayer de libranza, reponiéndome de una dura sesión de gimnasio cuando recibí el WhatsApp. A la salida del cole Estela, una de mis nuevas amigas y estupenda fuente de información (ella fue la que me descubrió la maravillosa peluquería con videoconsolas y dibujos), les contó que en el centro comercial del barrio iban a estar esa misma tarde los... Cantajuegos (cada cual que elija el adjetivo que más le agrade, yo tengo muy claro el mío).
Mi chico, pura osadía, ni corto ni perezoso se puso en ruta y allá que se fue. Yo no daba crédito mientras leía su relato en tiempo real por el móvil Entre otras razones porque el año pasado la tuvimos bien gorda porque saqué entradas para ver a los... Cantajuegos con otro amigos y él pasó olímpicamente del planazo, lo que supuso tener que tirar de abuelos una vez más.
Pues ahí lo tenéis, el padre del mes, haciéndose hueco entre las masas (creo que aquello era peor que un concierto de los Rolling). Ni Bisbal en su última gira ha tenido tanto éxito.
Los niños enfervorecidos, las mamás desesperadas por colocar a sus retoños en primera fila y que fuesen tocados por estos iluminados de la música infantil. Los abuelos abriéndose paso con los carros para ver si era verdad que regalaban bocatas, incluso algún despistado que confundió aquello con la ventanilla de sellar el paro.
Papá, muy prudente, se quedó en la segunda planta observando el espectáculo desde las alturas. Esto le funcionó muy bien hasta que el grupo apareció en escena y a mi hijo le entró un ataque de llanto emocionado-desesperado, al más puro estilo fan de Justin Bieber, que obligó a su padre a meterse en medio del fregado.
Según luego me confesó nunca hasta la fecha había pasado tanto miedo. Todo valía para acercarse al improvisado escenario, carros de la compra a modo de ariete, codos afilados, y el siempre socorrido empujón empujón empujón.
Después de 4 canciones que los niños corearon y bailaron entusiasmados (que levante la mano quien no se sepa la coreo de "taza, tetera, cuchara, cucharón"), empezó lo realmente interesante, la venta y firma de discos, o ¿es que de verdad pensabais que aquello era gratis?
Pero Papá ahí estuvo ágil, y antes de que el incauto del peque se diese cuenta corrían desaforadamente en dirección a la calle y de vuelta a casa.
Llegaron encantados, uno por el concierto y el otro por librarse de la compra.
¡¡ Qué gran tarde !!
Sobre todo para mi que estaba disfrutando del sofá en exclusividad.
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