domingo, 13 de octubre de 2013

El peor padre del año: cómo pasarlo bomba en el parque

Me presento, soy el padre de "la fiera", aunque yo le llamo "guindilla".

Hoy puedo decir con seguridad que me he sentido el peor padre del año, y visto lo bien que le funciona la terapia bloguera a la mamá de guindilla he decidido compartirlo con vosotr@s.  

Todo comenzó como una tarde de parque normal y corriente, jugando con mi hijo en los columpios, en la arena...lo típico. En estas que vemos a un amigo suyo que siempre juega con nosotros, y el cual ya me tiene fichado. En cuanto me ve a lo lejos me grita  - ¡¡ Holaaaaa, papaaaa de Yaaaago !!

Mi idea inicial era jugar un rato al fútbol con ellos, cuando este niño nos dice -¿por qué no jugamos a las bombas? 
Aquí es donde os preguntáis ¿qué juego es ese de las bombas?
Bueno, pues es un juego que un día se me ocurrió con ellos, y que consiste en que se quedan de pie en la arena, o subidos en el balancín, y yo tiro al aire una pelota que ellos esquivan, rodando por la arena como si fuese una “Bomba” que les cae encima.
Un juego que yo consideraba super inocente y divertido para ellos, hasta ayer.

A partir de hoy me tengo que replantear esa suposición, y os cuento por que. 
Resulta que tras proponérmelo yo les dije, - vale vamos a la arena y jugamos a eso. 
En ese momento les veo salir corriendo emocionados hacia el parque de arena mientras yo iba andando detrás. 
Ya a lo lejos percibí un posible problema cuando vi el balancín ocupado por niños más pequeños, y la zona donde solemos jugar ocupada. Mis temores se cumplieron cuando veo como el amigo de mi hijo empieza a hacer gestos y a vocear a los otros niños. 

Aceleré el paso para decirles que nos podíamos poner en otro sitio y no pasaba nada. Cual fue mi sorpresa cuando al llegar al balancín veo a varias madres pálidas y con cara de susto. Según me vieron aparecer me empiezan a decir cosas como - Dios que susto, este niño viene diciendo que un padre va a poner una bomba en el balancín. Otra decía - Este niño ha venido corriendo gritando que nos tenemos que quitar del balancín porque allí van a explotar las bombas.
Yo os juro que no sabía donde meterme muerto de vergüenza. Solo podía pensar; ¿qué clase de padre soy que juego a las bombas con los niños?. 
Después del incidente, y con las madres al lado, no tenia yo mucho cuerpo para lanzarles las famosas bombas, así es que me limité a intentar convencerlos de jugar a otra cosa, y tratar de volver a casa lo antes posible.

Eso sí, de camino a casa solo intentaba pasar desapercibido, y caminaba un poco encorvado, sin poder evitar pensar qué estarían diciendo esas madres de mí. No me extrañaría que a partir de ahora se me conozca en el parque como “el terrorista del arenero” o algo así.

Tras comentárselo a la madre del guindilla me ha dado la solución - simplemente diles que vais a jugar a que caen meteoritos, y así evitas malentendidos. 
A buenas horas.

Así es que ya sabéis, a veces un juego que consideramos inocente puede dar pie a un malentendido y un momento bochornoso. Os lo asegura El peor padre del año.


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Cuando al llegar a casa me contó lo sucedido no podía dejar de pensar en alguna madre temerosa llamando a la policía nacional y a los artificieros.
Luego en las noticias dirían que el papá jugaba a juegos de rol, y mis vecinas dirían a los de la tele que era un tipo simpático y educado, que daba los buenos días y que nunca se imaginaron que algo así pudiese pasar.  

Chicas, yo creo que se merece ser nuestro candidato nº16
¿vosotras qué opináis?

viernes, 11 de octubre de 2013

#Viernesdandolanota - de musical con Mecano

Hoy no es un viernes cualquiera.
Hoy tengo una cita con mi chico. Dejamos a la fiera con los abuelos y nosotros de musical.
Nos vamos a ver "Hoy no me puedo levantar".
Como se acerca Halloween he elegido una canción de Mecano que le da otro enfoque a eso de morirse. 


¡¡Feliz fin de semana a tod@s!!



jueves, 10 de octubre de 2013

y tú ¿cómo te llamas?

Cuando supe que iba a ser madre una de las cosas que más difícil me pareció fue elegir el nombre de mi hijo.
Muchas pensareis, pues qué tontería, si yo lo tenía o lo tengo clarísimo que se va a llamar…
No era mi caso.
Lo que sí tenía muy claro era que debían de cumplirse una serie de requisitos:

1º. Un nombre que no existiese ya en la familia. Por supuesto nada de llamarle como al padre, que luego tienes que contestar el teléfono con la eterna pregunta  ¿Pepito padre o Pepito hijo? O peor aún, decides divorciarte y encima que el jodío niño es un clon de su padre lleva el mismo nombre. 

2º. Un nombre que no estuviese de moda y con el que no corriese el riesgo de que media clase se llamase igual.
Esto no me salió muy bien. El día que fuimos al registro a inscribirle la señora funcionaria que nos atendió al oír el nombre de mi vástago nos dijo “qué gracia, llevo 20 años trabajando aquí y nunca había inscrito a ningún niño con ese nombre, y hoy ya es el segundo”.  Se me pusieron los pelos como escarpias.  
Antes de un mes conocía 3 niños en el parque con el mismo nombre y la misma edad. Y yo que pensaba que habíamos sido súper originales.
El primer día de cole me puse a discutir con la profesora porque había pronunciado mal el nombre de mi hijo, hasta que me di cuenta de que había otro niño cuyo nombre es tan similar que se pronuncian prácticamente igual.
Esto me pasa por querer ser innovadora.

3º. Un nombre NO compuesto.  Nada  de Froilán de todos los Santos, Estela del Carmen, ni cosa parecida. Los culebrones han hecho mucho daño en este sentido.

4º. Un nombre que nos gustase al padre y a mí.
Esto fue sin duda lo más difícil de todo.  Durante tres meses (a partir de tener confirmación del sexo) empezamos a seleccionar  nombres pero sin llegar a ningún acuerdo. Cada uno tenía una lista, y nos dedicábamos a tachar los nombres que no nos gustaban de la lista del otro. 
Lo peor de todo era que mi chico se dedicaba a hacer rimas soeces con todos los nombres que a mí me gustaban.
Dos libros de nombres después (uno que me regaló una amiga y otro que me regaló el padre de la criatura), y tras averiguar como se decía “río de la vida que trae la felicidad a casa” en veinte idiomas distintos, decidimos que YAGO molaba. Sencillo, sonoro, poco oído (o eso pensábamos en aquel momento) e inexistente en la familia. Combinación ganadora.

Ahora cuando alguien le pregunta como se llama nos lleva cinco minutos hacer entender que no es Diego ni Santiago, aunque suene similar o el origen sea el mismo. Vamos, que si lo llego a saber le pongo Manolo y listo. 

Pero hay historias realmente divertidas sobre la elección de un nombre.
En mi caso fue una promesa a la Virgen  de Lourdes por parte de las abuelas (un embarazo difícil).  Todo un clásico.

Otro clásico es el robo de nombres a amigos o familiares que lo tienen más claro que tú. Lo oyes, te gusta y lo copias. Así de bonito.

También está la pasión musical, que te lleva a llamar a tu hija Madonna  o Rolling.

Por supuesto la influencia televisiva es grande, ¿cuantas  Jimenas conocéis a raíz de Pasión de Gavilanes?, y ¿quién no tiene una princesa Sofía en su clase de 2º de primaria?

Mis favoritos son los nombres místicos, fruto de una noche de fumeque raro por parte de los padres;  Alma,  Luna, Gálata…

Con los que no puedo son con los de saga. Como el tatarabuelo, el bisabuelo, el abuelo y el padre se llamaban Olegario, pues el nene tiene que seguir cargando la cruz.

Me reafirmo   ¡¡ qué difícil esto de poner nombre a un hij@ !! 

sábado, 5 de octubre de 2013

Una cita con Pablo Alborán - #Todopormimadre

Entre mis múltiples rarezas está el no ser "groupie". Cuando me preguntan por mi cantante o grupo musical favorito no puedo elegir porque no hay uno. Igual que no tengo escritor preferido o película más vista. En este sentido siempre he sido mujer de gustos variados y abierta a las novedades.
Mi carpeta del instituto no estaba forrada con actores o cantantes, de hecho no recuerdo ni que llevaba. 

Desde que unas navidades viendo Cortylandia (ver nota a pie) me arrastró una marabunta de gente y perdí de vista a mis padres odio las multitudes. Me agobian. 

Fruto de esa manía y mi nulo oído musical, unido a mi absoluta incapacidad para recordar letras enteras de las canciones más básicas, nunca he sido aficionada a ir a conciertos. 

Mis padres encantados conmigo, claro. Nunca han tenido que preocuparse de que me fuese de macro fiestas o a conciertos multitudinarios.


Entonces apareció Pablo Alborán en mi vida, o para ser más exactos en la de mi madre, la abuela. Desde que lo escuchó por primera vez, y le regalamos su CD, no deja de seguirlo zapeando por todos los programas de la tele donde lo entrevistan. Ella dice que es el hijo que nunca tuvo (yo soy hija única), aunque yo sospecho que en realidad lo ve como el noviete que le hubiese gustado tener. Ese chico guapo, cariñoso y ñoño que te escribe cartas de amor y te canta susurrante al oido. Ese del que te acababas cansando de puro empalagoso, o porque al final te rompe el corazón en plan canalla
.

Ahí tenéis a la abuela viviendo una regresión a la adolescencia. Con los dos CD rallados de tanto escucharlos, que solo le falta ponerle un marco a la caratula del disco y colocarla junto a las fotos de familia en la mesita del salón. 

De repente un día escuché en algún sitio algo sobre el concierto que daba en mi ciudad y se me iluminó la bombilla. ¿Qué tal sorprenderla llevándola al concierto? 

Cuando se lo comenté a dos de mis amigas el plan inicial mutó en "fiesta de chicas con amiga raruna". (La raruna era yo). Mis dos amigas y mi madre felices. Se ve que Pablo Alborán (Polvorán a partir de ahora) es lo más y yo no me había enterado. 

Mi madre empezó su particular subidón dos semanas antes del concierto. Se paseaba todo el día con una sonrisa de oreja a oreja sin motivo ni razón, como quien oculta un secreto. El día de autos brincaba nerviosa y daba grititos, - ¡que voy a ver a Pablo Alborán! ¡que voy a su concierto!
Quedé en recogerla a las siete, y estuvo durante media hora esperando en la calle mientras llovía porque ya no podía parar en casa. Creo que nunca la he visto tan ilusionada. 
Cuando llegamos al lugar del concierto no podía parar de hablar, y de contar anécdotas de Polvorán. Mis amigas se quedaron estupefactas ante su nivel de conocimientos. Vamos, que podría escribir la biografía del muchacho. 

Las entradas las cogimos con tres meses de antelación, y aún así debimos pillar las últimas, porque nos tocó en lo más alto, donde ver, lo que se dice ver, no vimos nada. Pero como dice otra amiga "lo importante es disfrutar de la música y formar parte del ambiente".

Ambiente sin cobertura, todo hay que decirlo, porque había tal cantidad de gente tratando de enviar su foto dentro del recinto con la entrada en la mano que colapsamos "la nube".
Ni tweeter, ni facebook, ni whatsapp, ni ná de ná. 
Ya me diréis que gracia tiene decir que estás en el concierto de Polvorán dos horas después de que se haya terminado.
Como os podréis imaginar la abuela disfrutó como una niña. Cantó, bailó y habló con todos los que tenía a su alrededor.
Por mi parte, yo que no conocía más que un par de canciones, he de decir que me sorprendió descubrir que también se puede bailar con Polvorán. Afortunadamente no necesité los tres paquetes de pañuelos de papel que llevaba preparados. 
"El triste" se transformó ante mis ojos en chico con ritmo. 
A destacar el dominio que tiene de las cámaras, y como sabe hacer guiños perfectos para meterse al público femenino en el bolsillo. Esa cándida sonrisa con ojos entornados fue la perdición de 14.000 asistentes al concierto.

En cuanto a las letras, este chico tiene una vida dura. Va del puro enamoramiento al más desgarrado desamor. Te quiero con locura. Lo nuesto es imposible. Que bien haberte conocido. Adiós, hasta siempre. Resumiendo, una montaña rusa de emociones.
El momento culmen fue cuando cantó el "y tú y tú y tú", y se le saltaron las lágrimas. Personalmente creo que fue de la emoción de ver que yo también me arrancaba a cantar, ya que este es el único estribillo que me sabía y me pasé medio concierto preguntando si cada canción que empezaba era "la canción".

A la salida del concierto, al más puro estilo groupie, tuve que esperar mientras mi madre veía salir el coche que se llevaba al hijo/novio que nunca tuvo de vuelta al hotel. El chico, muy simpático, bajó la ventanilla y saludó a las fans, entre ellas la abuela de mi hijo. 

Hasta aquí la divertida anécdota, si no fuese porque se avecina el drama, ya que mi madre anda informándose de donde será el próximo concierto con intención de que le sigamos durante la gira. 


¡¡ He creado un monstruo !!

#todopormimadre








Cortylandia. (Esta reseña es para las seguidoras de otros países, a quienes esto sonará a chino). Cortylandia es una feria navideña organizada por un famosísimo centro comercial español. Cuando yo era pequeña en la tienda de la calle Preciados, en Madrid, montaban una atracción con animales mecánicos que cantaban villancicos y el inimitable "cortilandia, cortilandia..." (quien se sepa como seguía por favor que lo escriba en comentarios que yo ya me olvidé).

Hoy por hoy Cortylandia sigue siendo un fenómeno navideño con ramificaciones en todas las ciudades que tienen la dicha de contar con este centro comercial. El que tengo más cerca de casa tiene un tiovivo, un trenecito, pista de hielo para patinar y otras variantes. 
Cuando llega diciembre todos los papás/mamás acudimos en masa con los retoños hechizados por las luces y los villancicos que ponen. Puro borreguismo.
Os dejo algunas fotos para ilustrarlo.



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viernes, 4 de octubre de 2013

#Viernesdandolanota con Vaya con Diós

Hoy os traigo un grupo que me encanta. Son de los 90 y a pesar de su nombre en castellano son belgas. Tocan música jazz con melodías dulces y pegadizas. En esta ocasión os propongo un acústico en directo y una versión original. Espero que os guste.








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